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lunes, 2 de mayo de 2022

Cuando te dicen que el olivar es perjudicial para el medioambiente

Cuando la plataforma que se manifiesta en contra de la instalación indiscriminada de parques fotovoltaicos en nuestro pueblo se reúne con la empresa promotora y escucha decir que la Junta de Andalucía promueve la instalación de este tipo de instalaciones en terreno de olivar porque este cultivo es perjudicial para el medioambiente, te das cuenta de que todo ha sido reducido a esquemas y operaciones aritméticas sin vida donde gran parte de lo que somos se ha desechado por el camino. Cosas como que Cartaojal es uno de esos lugares mágicos que por alguna extraña razón existía ya antes de ser un pueblo. Debió crecer como la denominación de un lugar en el que se asentaron gentes de numerosos lugares que trabajaban en los cortijos que eran propietarios de grandes extensiones de cultivo de la zona. Pero en realidad ya existía desde mucho antes y se mencionaba en escritos del siglo XVII cuando, en teoría, aún no había casas en este lugar donde ahora vivimos. Pero podemos ir más allá, a una época donde los romanos adornaban con efebos los salones de sus fincas. Es probable que muchos de esos grandes cortijos que son la semilla de nuestro pueblo estén edificados sobre las ruinas de aquellas primeras construcciones, por lo que Cartaojal no nació cuando se creó el pueblo ni cuando se escuchó por primera vez su nombre. Cartaojal nació cuando hace siglos pisó el lugar aquel que acabó poniendo la primera piedra de uno de esos edificios primitivos sobre los que se construyeron los cortijos que hoy nos rodean y donde vivieron quienes hace años formaron lo que hoy conocemos como nuestro pueblo. Durante todo ese tiempo llegaron los que prepararon la tierra y los que más tarde la cultivaron, en mayor o menor medida con olivos. Vidas con jornadas de sol a sol que hicieron crecer las fincas a cambio de jornales muchas veces insuficientes. Y ahora, cuando vivimos bien, cuando esos cortijos proporcionan un trabajo de calidad a los descendientes de los que tanto hicieron por ellas o a aquellos que han llegado porque piensan que en nuestro pueblo pueden tener un futuro mejor, todo se rompe. En lugar de crear una industria en torno al aceite y la aceituna, algunos cortijos abandonan la sinergia por uno, dos o tres puñados de euros para dejar tirada a la otra parte del "equipo". Una riqueza elaborada durante siglos que puede convertirse en un mar negro de silicio que, según parece, da más oxígeno que un olivar, más trabajo y, si se empeñan, hasta más aceite. 


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