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jueves, 16 de julio de 2015

Cartaojal no es un perro

Cartaojal parece ser como un perro que cambia de dueño cada 4 años, tantas veces como lo hace de gobierno el Ayuntamiento de Antequera. Y es que políticamente somos sólo eso, un perro. Unos dueños son mejores y otros peores pero al final seguimos comiendo sobras. De vez en cuando nos compran un collar nuevo o un saquillo de pienso, nos sentimos importantes y meneamos la cola. Pero la realidad es que Cartaojal parece seguir siendo eso, un chucho lleno de pulgas al que pasean poco y que sólo aspira a ganarse una galletita haciendo alguna gracieta o a recibir un tirón de correa si intenta cambiar su rumbo. A veces nos quitan una garrapata del cogote para que dejemos de rascarnos con la pata, más que nada para que no acabemos arrancándonos la oreja y tengan que cosérnosla después. Mientras que el dueño se compra un pomposo traje, coloca al perro el cutre chalequillo de lana que al final también termina lleno de garrapatas. Hay que limpiar al perro de vez en cuando y no se limpia, tendría que haber seguridad para el perro pero la alarma se pone sólo en casa. Si falta agua que le falte al perro y si existe un problema de electricidad que sea en la caseta del perro. Construyen el caminito de baldosas para que haya buen camino para el dueño pero, quizás por un descuido, se queda sin caminito la caseta del perro. Ambulancia junto al dueño pero no es necesario el veterinario todo el día para el perro. Y si hay algún viaje para hablar sobre el dueño, el perro no es importante y se queda en casa. Eso sí, se le despide con una caricia.
Y la realidad es que no somos un perro y que tampoco deberíamos tener ningún dueño. No es lógico que un pueblo como Cartaojal no pueda decidir sus pasos igual que tampoco lo es que aquí se vote un partido político en las elecciones y gobierne el partido que se decide en la ciudad de Antequera, independientemente de que uno pueda ser mejor o peor que el otro para nuestros intereses, porque no es lo que ha votado la gente. Históricamente no se han preocupado de que en Cartaojal exista una tenencia de alcaldía que facilite los trámites a los ciudadanos y mucho menos en dar algún paso hacia la Entidad Local Autónoma que nos dotaría de cierta autonomía. No es lógico tampoco que si somos Antequera haya tanta diferencia de presupuesto entre los eventos que se realizan en la ciudad y los que se realizan en nuestro pueblo, o que no haya ningún plan de empleo que se desarrolle en Cartaojal con cursos dirigidos a los vecinos de nuestra localidad. ¿Es que invertir en Cartaojal es tirar el dinero? Y si somos antequera, ¿por qué no se limpian los contenedores con frecuencia?, ¿por qué no tenemos policía local durante más de 5 minutos a la semana?, ¿por qué no se soluciona el problema de las tuberías del agua?, ¿por qué seguimos teniendo cortes de electricidad a diario?, ¿por qué seguimos sin accesos a la autovía y sin entrada directa al Centro Logístico? ¿por qué tarda tanto en arreglarse la carretera que nos une con Villanueva de Algaidas? En Cartaojal faltan instalaciones de todo tipo: Un centro de salud adecuado, un salón de actos en condiciones, más espacio para la biblioteca y el telecentro que están embutidos en una habitación pequeña, una ambulancia con la que ya cuentan casi todos los pueblos de nuestro entorno, un campo de fútbol o nuestra guardería que está aprobada desde el 2011 y que aún no se ha construido.
Por eso hay que entender la decisión de la gente cuando llega el momento de soltar la papeleta y hay que saber aceptarlo. Porque está el cerrado de mollera que bien por cabezonería o por razones históricas no quiere cambiar su voto bajo ninguna circunstancia, pero también está esa mayoría de vecinos que votan lo que ellos creen bueno para Cartaojal y que ven que las cosas, aunque mejor, no están bien; y que el trato, aunque bueno, sigue sin estar al nivel del que recibe la ciudad de Antequera. Cartaojal sufre un retraso histórico en inversiones que va aumentando con el paso de los años y el principal problema es que no se plantean soluciones. Así que mientras seamos perros sólo nos queda ladrar: ¡GUAU!. Pero eso sí, que sea con cara de mala leche.

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